Primer acto Érase una vez un equilibrista de la vida y emociones, que vivía atrapado en el cuerpo de un redactor de ilusiones rotas, recientemente ascendido(?) a creador de circos virtuales y cibercortinas de humo, cuyo movimiento lo alejó un par de pasos del lodo. Hacía ya tiempo que el equilibrsita había dejado de soñar con utopías de realidades alternas y reflejos propios en un espejo menos lóbrego. Aún así, con la presencia mental siempre ausente de su monótona realidad y constantemente testigo del paraleiismo predominante de sus fantasías, un día este curioso individuo se dio un frentazo con su realidad: más allá que un honesto deseo de crecimeinto, el equilibrsita soltó su barra, se bajó de su cuerda y decidió acallar las voces a su alrededor y seguir adelante con su alineación didáctica de la cultura dominante. Dentro de este nuevo mundo, él se encontró extrañamente placentero, esto, más allá de la actividad per sé, fue por de escuchar el hermoso silencio y la paz que obtuvo con