Torquemadismo Hecho en México
Y bien, por si todavía existe por ahí afuera algún incredulo que no cree que el fin de la tolerancia esta por alcanzar al país, déjenme decirles que la mierda mutada en ser vivo que es su próximo presidente (porque me cae que mio no es) acaba de nombrar como próximo secretario de gobierno, (o sea el que controla toda la política interna) nada menos que al cromagnon de Francisco Ramírez acuña... y si el nombre de esta aberración a la evolución no les es familiar, aquí les dejo un extracto de la columna Desfiladero de Jaime Áviles, publicada el sábado pasado que habla sobre la forma en que opera este mono mal amaestrado:
Un torturador en Gobernación
Según fuentes conectadas con el primer círculo de Felipe Calderón, será pasado mañana, lunes, cuando el hipotético sucesor de Vicente Fox empezará a pagar la inmensa deuda que tiene con su padrino, el reconocido torturador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña. Todo apunta a que este sujeto obtendrá el no menos hipotético nombramiento de "jefe" de la política interior del país, lo que sólo puede augurar calamidades a granel.
Para saber quién es el cavernícola Ramírez Acuña, basta recordar lo que sucedió a finales de mayo de 2004 en Guadalajara. Había una cumbre de jefes de Estado de Europa, América Latina y el Caribe. Vicente Fox estaba, para decirlo con un verso de Pablo Neruda, "ebrio de trementina y largos besos" (y mucho Prozac, también) y sólo pensaba en que esa reunión era definitiva para el lanzamiento de Marta Sahagún como precandidata a la Presidencia.
En la Secretaría de Gobernación, Santiago Creel confiaba en que los desatinados planes de su jefe serían bendecidos por el fracaso, con lo que la candidatura presidencial del PAN recaería en sus finas y torpes manos, y en espera de ello trabajaba estrechamente con un oscuro empresario de nombre Diego Hildebrando Zavala, a quien le había entregado el control cibernético del Instituto Federal Electoral (entonces llamado IFE, hoy FELIFE).
Pero algo más inquietaba a Creel. Sabía que Ramírez Acuña, el rústico gobernador de Jalisco, preparaba una jugada sucia al amparo de la cumbre. ¿De qué se trataba? Sus espías eran incapaces de decírselo. Así que de todos modos contratacó. Un día antes del evento aparecieron en Guadalajara, mezclados entre diversos grupos de jóvenes altermundistas, provocadores bien identificados que se ostentaban como miembros de una sociedad de "estudiantes expulsados y asesinados" (sic) de la UNAM.
El viernes 28 de mayo, en punto de las cuatro de la tarde, una marcha de alrededor de 5 mil altermundistas de todos colores, olores y sabores al frente de la cual iba (conversando con este reportero) el mismísimo Evo Morales partió de la glorieta de la Minerva, en la colonia Vallarta, hacia el centro de la ciudad. Y cuando la cabeza de la columna llegó a la esquina de Juárez y 16 de Septiembre los provocadores suscitaron un formidable enfrentamiento con el cuerpo de granaderos local, a cuyos hombres según se jactaría orgullosamente más tarde dirigía personalmente por teléfono Ramírez Acuña.
Pasitos tun-tun
Testigos muy cercanos a los uniformados contaron que éstos actuaban sin coordinación. Uno de sus comandantes gritaba: "¡A la carga!", y otro, a la vez, lo contradecía: "¡Repliéguense!" Cuando cerca de las siete de la noche la refriega terminó, Ramírez Acuña giró nuevas instrucciones: "¡Quiero cien detenidos! ¡Ya!" Y, como en la Alemania de Hitler, camionetas de la seguridad pública del estado emprendieron una redada indiscriminada de jóvenes en restaurantes, parques y cafeterías, hasta reunir la cuota exigida por el gobernador.
Los muchachos fueron llevados a los sótanos de la propia dirección de seguridad pública, donde toda la noche sintieron las "manos limpias" de los que hoy se autodenominan "pacíficos". Las mujeres fueron obligadas a desnudarse y hacer sentadillas para que los policías les vieran las entretelas del pubis, y los hombres, acostados en el suelo, eran golpeados con puños, garrotes y botas. Una activista de Monterrey y un estudiante del DF que sangraban de la cabeza fueron sacados de la Cruz Roja antes de ser atendidos, y llevados adonde se encontraban los demás.
A la mañana siguiente, sábado 29, los detenidos eran ya sólo 47, entre hombres, mujeres y niños (tres eran menores de edad), y fueron trasladados a los separos de la procuraduría de Jalisco en la avenida Independencia. Y desde ese momento, hasta el lunes al medio día, siguieron siendo torturados física y sicológicamente "por órdenes del gobernador", quien a la fecha se ufana de ello.
Pero lo más trágico es que, mientras a esos muchachos los golpeaban si se dormían, si pedían agua, si se quejaban de sus dolores o se negaban a firmar confesiones autoinculpatorias por las cuales muchas y muchos permanecieron casi un año presos y debieron pagar multas astronómicas, en un rancho, cerca de Guadalajara, y ante unos 5 mil campesinos acarreados a la usanza del PRI, Ramírez Acuña destapó a Calderón como precandidato del PAN a la Presidencia.
De tal modo, sobre la sangre de los torturados de Jalisco, se puso en marcha el golpe de Estado que la ultraderecha mexicana pretende consumar el próximo viernes con el apoyo de las fuerzas armadas en San Lázaro. Hoy, evidentemente, la historia sería distinta si Ramírez Acuña no se la hubiera jugado, como lo hizo, por Calderón, pero la recompensa que va a recibir por ello, sea cual sea, tendrá sin duda un saldo funesto para México.
Según fuentes conectadas con el primer círculo de Felipe Calderón, será pasado mañana, lunes, cuando el hipotético sucesor de Vicente Fox empezará a pagar la inmensa deuda que tiene con su padrino, el reconocido torturador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña. Todo apunta a que este sujeto obtendrá el no menos hipotético nombramiento de "jefe" de la política interior del país, lo que sólo puede augurar calamidades a granel.
Para saber quién es el cavernícola Ramírez Acuña, basta recordar lo que sucedió a finales de mayo de 2004 en Guadalajara. Había una cumbre de jefes de Estado de Europa, América Latina y el Caribe. Vicente Fox estaba, para decirlo con un verso de Pablo Neruda, "ebrio de trementina y largos besos" (y mucho Prozac, también) y sólo pensaba en que esa reunión era definitiva para el lanzamiento de Marta Sahagún como precandidata a la Presidencia.
En la Secretaría de Gobernación, Santiago Creel confiaba en que los desatinados planes de su jefe serían bendecidos por el fracaso, con lo que la candidatura presidencial del PAN recaería en sus finas y torpes manos, y en espera de ello trabajaba estrechamente con un oscuro empresario de nombre Diego Hildebrando Zavala, a quien le había entregado el control cibernético del Instituto Federal Electoral (entonces llamado IFE, hoy FELIFE).
Pero algo más inquietaba a Creel. Sabía que Ramírez Acuña, el rústico gobernador de Jalisco, preparaba una jugada sucia al amparo de la cumbre. ¿De qué se trataba? Sus espías eran incapaces de decírselo. Así que de todos modos contratacó. Un día antes del evento aparecieron en Guadalajara, mezclados entre diversos grupos de jóvenes altermundistas, provocadores bien identificados que se ostentaban como miembros de una sociedad de "estudiantes expulsados y asesinados" (sic) de la UNAM.
El viernes 28 de mayo, en punto de las cuatro de la tarde, una marcha de alrededor de 5 mil altermundistas de todos colores, olores y sabores al frente de la cual iba (conversando con este reportero) el mismísimo Evo Morales partió de la glorieta de la Minerva, en la colonia Vallarta, hacia el centro de la ciudad. Y cuando la cabeza de la columna llegó a la esquina de Juárez y 16 de Septiembre los provocadores suscitaron un formidable enfrentamiento con el cuerpo de granaderos local, a cuyos hombres según se jactaría orgullosamente más tarde dirigía personalmente por teléfono Ramírez Acuña.
Pasitos tun-tun
Testigos muy cercanos a los uniformados contaron que éstos actuaban sin coordinación. Uno de sus comandantes gritaba: "¡A la carga!", y otro, a la vez, lo contradecía: "¡Repliéguense!" Cuando cerca de las siete de la noche la refriega terminó, Ramírez Acuña giró nuevas instrucciones: "¡Quiero cien detenidos! ¡Ya!" Y, como en la Alemania de Hitler, camionetas de la seguridad pública del estado emprendieron una redada indiscriminada de jóvenes en restaurantes, parques y cafeterías, hasta reunir la cuota exigida por el gobernador.
Los muchachos fueron llevados a los sótanos de la propia dirección de seguridad pública, donde toda la noche sintieron las "manos limpias" de los que hoy se autodenominan "pacíficos". Las mujeres fueron obligadas a desnudarse y hacer sentadillas para que los policías les vieran las entretelas del pubis, y los hombres, acostados en el suelo, eran golpeados con puños, garrotes y botas. Una activista de Monterrey y un estudiante del DF que sangraban de la cabeza fueron sacados de la Cruz Roja antes de ser atendidos, y llevados adonde se encontraban los demás.
A la mañana siguiente, sábado 29, los detenidos eran ya sólo 47, entre hombres, mujeres y niños (tres eran menores de edad), y fueron trasladados a los separos de la procuraduría de Jalisco en la avenida Independencia. Y desde ese momento, hasta el lunes al medio día, siguieron siendo torturados física y sicológicamente "por órdenes del gobernador", quien a la fecha se ufana de ello.
Pero lo más trágico es que, mientras a esos muchachos los golpeaban si se dormían, si pedían agua, si se quejaban de sus dolores o se negaban a firmar confesiones autoinculpatorias por las cuales muchas y muchos permanecieron casi un año presos y debieron pagar multas astronómicas, en un rancho, cerca de Guadalajara, y ante unos 5 mil campesinos acarreados a la usanza del PRI, Ramírez Acuña destapó a Calderón como precandidato del PAN a la Presidencia.
De tal modo, sobre la sangre de los torturados de Jalisco, se puso en marcha el golpe de Estado que la ultraderecha mexicana pretende consumar el próximo viernes con el apoyo de las fuerzas armadas en San Lázaro. Hoy, evidentemente, la historia sería distinta si Ramírez Acuña no se la hubiera jugado, como lo hizo, por Calderón, pero la recompensa que va a recibir por ello, sea cual sea, tendrá sin duda un saldo funesto para México.