Carta al General...

Augusto:

El día 10 de este mes regresaba a casa a media tarde, después de asistir a un evento que enmarcaba la celebración internacional de los derechos humanos. Me disponía a trabajar cuando al acceder a la red me encotré de frente con un artículo acerca de tu muerte. Debo reconcoer que me hiciste atravesar por distintas facetas y sentimientos:

La sorpresa fue sólo pasajera, pues francamente tu estado de salud no hacía más que indnicar que llegarían por ti tarde o temprano. Depués, caí en lo que supongo cayó la gran mayoría de las personas que alguna vez supieron de tu existencia: la satisfación.

La satisfacción de saber que te habías ido, que tu presencia dejaría de ser una demostración vulgar de injusticia, que la tranquilidad de tu paso ya no ofendería a todos aquellos que se volvieron uno con las entrañas de este mundo de forma prematura, debido a tu presencia en sus vidas.

Después de ese momento, pasé al morbo: deseaba que tu muerte hubiera sido lenta, a conciencia plena de lo que te sucedía, con la plena seguridad de que sabías lo que vendría y de como, ante tu senil y atónita mirada, la vida goteaba bajo tu cama, marchitando poco a poco tu traquilidad inmerecida, acabando con la paz mal ganada de la vejez que habías conseguido y teniendo tu propia agonía como último suspiro.

Siguió el cambió de humores y llegó a mí la curiosidad, la sonrisa involuntaria de saber que uno de los mejores actos de celebración de los derechos humanos era tu partida: tu, el principal promotor de la inexistencia de éstos, ponías la pirotecnia a la celebración internacional, esperando que todos tus clones de ideas que abundan actualmente en el poder, principalmente en el norte de este grandioso continente, siguieran tus pasos hacia el más allá lo más pronto posible.

Fue entonces cuando mi marcha de sentimientos dio un giro, y reaccioné: te ibas, y te ibas impune. La muerte ante su ceguera democrática, te llevaba con toda la calma con la que trata a cualquiera; y tú en tu retorcida mente sabías que eso era lo mejor que te sucedía, pues la niña blanca era la única que habría de someterte a juicio, a darte de frente con la equidad y el balance y con la repartición de justicia. Feliz, aun con todo y el posible sufrimiento físico. Dejando atrás a miles, millones de personas con el sentimiento de impotencia, sabedores de que en la tierra nadie fue capaz de hacerte nada... entonces, en verdad, me puse triste por tu muerte, tu muerte salvadora, tu muerte inoportuna... y aqui nos quedamos todos, incpaces de haberte tocado.

Después, como consuelo y punto final, caí en un animísmo lóbrego: fue entonces cuando soñe con olvidarme por un instante de todas mis dudas y abrazar un dogma, y desear que haya algó más allá de este mundo. Y todo ello con el único fin de saber que te fuiste impunte, pero que tal vez existía una justicia divina que te haría pagar por todo lo que hiciste, por todas las almas arrancadas de sus cuerpos, que te castigaría con una horripilante saña que rebasara la sobriedad humana, que tu agonía no fue la única que estuvo en tu cama mientras te ibas, sino que tu cuerpo cansado se esfumó debido al horror que te provocó ver el interminable desfile de las ánimas caídas por tu culpa.

Deseando que en el más puro y dantesco homenaje a la divinidad, hayas descendido a través de los nueve cículos del infierno, sufriendo cada uno de ellos hasta caer a las fauces de El Principe, para permitirle unos cuantos años luz de descanso a las pulverizadas entrañas de Iscariote, para que tomes su lugar en la fase principal, deseando que el Gran Oscuro no deje de llorar para que la sal de sus lágrimas moje tus heridas.

Así, mi general, así... eso te deseo yo, yo que nací cuando llevabas años manchando de sangre las calles de tu país, yo que nací a miles de kilómetros de donde tu despedazabas a los tuyos, yo que jamás me topé de frente con tu reino de terror... no quiero ni pensar lo que te desearán aquellos que vivieron y murieron bajo tu yugo.

Adiós Augusto: que tu tumba sea poco profunda, que tu lápida no se limpie de toda la mierda que representas, que el Karma sea tan bendito para que, en vez de reencarnar en el futuro, aparezcas en el pasado, justo en tu Santiago, transformado en uno de tus opositores capturado, porque no habrá peor castigo para ti que convertirte en tu propia víctima.


Sinceramente

El Equilibrista