¿Verdad que la candidata es la Neta?
Columna pubicada originalmente en Milenio Hidalgo
El camino a la gubernatura del estado terminará siendo un paseo dominguero comparado con la salvaje carrera preliminar que los frentes políticos están llevando a cabo. Aun cuando todo parece indicar que los vientos de cambio todavía no se asomarán por Hidalgo, el brutal asalto no cesa: Mientras que el flanco priísta vive su guerra secreta donde al final a los contrincantes no les quedará más remedio que la alineación a lo que el “gran oráculo” determine, del otro lado de la trinchera, la guerra más fuerte es para no matarse entre ellos.
Ahí está el gran bloque, absolutamente surrealista si se analizan sus ideologías, y aún así, necios a que esa unión es el camino que los llevará al poder. Y es precisamente ese encontronazo de ideas lo que los ha orillado a seguir el único sustento coherente que les queda: buscar en los números y las estadísticas, la lógica que su idiosincrasia partidista se ha negado a darles.
Así pues, recurrieron a la guerra mercadológica. Prácticamente cada día aparecen nuevos números que arrojan un ganador distinto y que, de forma curiosa y conveniente, resulta ser el mismo que financió los estudios.
Como prácticamente toda profesión, existe un código de ética para los mercadólogos y aún más específicamente, para la investigación de mercados. Y el punto fundamental de dicho documento es la “transparencia, honestidad y libre competencia“. Esto, al final del resumen ejecutivo de un estudio serio, debe traducirse como: “los números no mienten y esto es lo que eres”.
Por supuesto, todo esto suena muy romántico, mas existen estudios de mercado carentes de ética y eficacia que derivan en una costosa oda al ego del contratante, que le repita una y otra vez lo grandioso que es y cómo la gente opina lo mismo.
Y todo por lo siguiente: estaba un día el que escribe estas líneas en lo suyo, cuando repentinamente sonó el teléfono y se oyó (palabras más, palabras menos): “Buenas tardes ¿Desea usted colaboraren una encuesta relacionada con los candidatos a gobernador del estado?” Tras la afirmación, llegó la primera pregunta: “¿Conoce usted a Xóchitl Gálvez?” A continuación lo correcto debería ser: si el encuestado dice que Sí, se procede con la siguiente pregunta. Si dice que No, entonces, o se termina el cuestionario, o se pregunta por el reconocimiento de alguien más… sin embargo, el encuestador interrumpió: ¿Desea que le hable de la trayectoria de Xóchitl Galvez?... aquí se volvió obvio que el sondeo sería exclusivamente sobre la precandidata, pues a pesar de la negativa, el encuestador dio cátedra del Currículum Vitae de la involucrada… ¿Qué opinión tiene de ella? ¿Excelente, Buena o Mala?
El cuestionario siguió con joyas de la recolección de datos como “¿Cree importante tener un candidato que luche por las minorías y los desprotegidos?” “¿Cree que el candidato deber ser alguien que ayude a mejorar la calidad de vida de la población?”… es decir, preguntas que, a menos que uno sea un misántropo fascista, la lógica y única respuestas es “Sí”. Todo ello para finalmente para regresar al “Ahora sí (y tras la serie de cualidades que el encuestado ya se tuvo que recetar) qué opina de Xóchitl Gálvez?”
Lo peor de toda esta lluvia de alegorías no es el sesgo, ni las faltas al código de ética de los investigadores de mercados, ni el grave y casi hilarante desempeño en la formulación de un cuestionario que te arroje resultados plausibles: el verdadero problema es que Xóchitl Gálvez no necesita de este ejercicio de auto adulación ni de incitar casi de forma agresiva una respuesta favorable a su imagen, ya que – fuera preferencias – es claramente la mejor posicionada, y aún más importante, la única candidata que tiene capacidad de lograr el “acatempazo” de la izquierda y la derecha hidalguense para concretar el gran bloque opositor… Entonces ¿Por qué auto engañarse? ¿O es que acaso ninguno de los involucrados en la decisión de asignar al candidato final tiene nociones de sentido común y prefieren justificarse con números a todas luces manipulados?
El camino a la gubernatura del estado terminará siendo un paseo dominguero comparado con la salvaje carrera preliminar que los frentes políticos están llevando a cabo. Aun cuando todo parece indicar que los vientos de cambio todavía no se asomarán por Hidalgo, el brutal asalto no cesa: Mientras que el flanco priísta vive su guerra secreta donde al final a los contrincantes no les quedará más remedio que la alineación a lo que el “gran oráculo” determine, del otro lado de la trinchera, la guerra más fuerte es para no matarse entre ellos.
Ahí está el gran bloque, absolutamente surrealista si se analizan sus ideologías, y aún así, necios a que esa unión es el camino que los llevará al poder. Y es precisamente ese encontronazo de ideas lo que los ha orillado a seguir el único sustento coherente que les queda: buscar en los números y las estadísticas, la lógica que su idiosincrasia partidista se ha negado a darles.
Así pues, recurrieron a la guerra mercadológica. Prácticamente cada día aparecen nuevos números que arrojan un ganador distinto y que, de forma curiosa y conveniente, resulta ser el mismo que financió los estudios.
Como prácticamente toda profesión, existe un código de ética para los mercadólogos y aún más específicamente, para la investigación de mercados. Y el punto fundamental de dicho documento es la “transparencia, honestidad y libre competencia“. Esto, al final del resumen ejecutivo de un estudio serio, debe traducirse como: “los números no mienten y esto es lo que eres”.
Por supuesto, todo esto suena muy romántico, mas existen estudios de mercado carentes de ética y eficacia que derivan en una costosa oda al ego del contratante, que le repita una y otra vez lo grandioso que es y cómo la gente opina lo mismo.
Y todo por lo siguiente: estaba un día el que escribe estas líneas en lo suyo, cuando repentinamente sonó el teléfono y se oyó (palabras más, palabras menos): “Buenas tardes ¿Desea usted colaboraren una encuesta relacionada con los candidatos a gobernador del estado?” Tras la afirmación, llegó la primera pregunta: “¿Conoce usted a Xóchitl Gálvez?” A continuación lo correcto debería ser: si el encuestado dice que Sí, se procede con la siguiente pregunta. Si dice que No, entonces, o se termina el cuestionario, o se pregunta por el reconocimiento de alguien más… sin embargo, el encuestador interrumpió: ¿Desea que le hable de la trayectoria de Xóchitl Galvez?... aquí se volvió obvio que el sondeo sería exclusivamente sobre la precandidata, pues a pesar de la negativa, el encuestador dio cátedra del Currículum Vitae de la involucrada… ¿Qué opinión tiene de ella? ¿Excelente, Buena o Mala?
El cuestionario siguió con joyas de la recolección de datos como “¿Cree importante tener un candidato que luche por las minorías y los desprotegidos?” “¿Cree que el candidato deber ser alguien que ayude a mejorar la calidad de vida de la población?”… es decir, preguntas que, a menos que uno sea un misántropo fascista, la lógica y única respuestas es “Sí”. Todo ello para finalmente para regresar al “Ahora sí (y tras la serie de cualidades que el encuestado ya se tuvo que recetar) qué opina de Xóchitl Gálvez?”
Lo peor de toda esta lluvia de alegorías no es el sesgo, ni las faltas al código de ética de los investigadores de mercados, ni el grave y casi hilarante desempeño en la formulación de un cuestionario que te arroje resultados plausibles: el verdadero problema es que Xóchitl Gálvez no necesita de este ejercicio de auto adulación ni de incitar casi de forma agresiva una respuesta favorable a su imagen, ya que – fuera preferencias – es claramente la mejor posicionada, y aún más importante, la única candidata que tiene capacidad de lograr el “acatempazo” de la izquierda y la derecha hidalguense para concretar el gran bloque opositor… Entonces ¿Por qué auto engañarse? ¿O es que acaso ninguno de los involucrados en la decisión de asignar al candidato final tiene nociones de sentido común y prefieren justificarse con números a todas luces manipulados?